El paciente está abierto y listo para la extracción. El doctor Martín ha hecho esto cientos de veces, pero lejos de ser pura rutina, es una de las intervenciones más complicadas a la que se ha enfrentado. Por suerte, es todo un experto en la materia y confía plenamente en su habilidad y pulso firme para extirpar el tumor sin dañar ningún órgano a su alrededor.
— Sudor.
La enfermera le limpia la frente. Una gota de sudor se ha deslizado lentamente hasta su ojo, haciéndole perder la concentración durante un microsegundo, pero ya no hay vuelta atrás. Martín ya ha metido las pinzas, coge el tumor con ellas y…
¡MEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEC!
— ¡Papááááá! —El portazo le ha hecho perder toda la concentración.
— Ya ha llegado la cena, vamos.
— ¡Bien! ¡Pizza! —El doctor Martín sale corriendo del quirófano. El paciente, con su nariz roja encendida, yace inerte sobre la mesa de operaciones.