Cada noche Toni deshojaba margaritas sobre una cama, una a una, buscando respuestas que por él mismo no es capaz de encontrar.
– Me quiere, no me quiere, me quiere, no me quiere,… ¡ME QUIERE! ¿Pero cómo me va a querer, si estamos todo el día discutiendo?
No convencido, Toni cogía otra margarita de la mesita y volvía a empezar.
– Me quiere, no me quiere, me quiere, no me quiere,… ¡NO ME QUIERE! ¿Pero cómo no me va a qurerer, si siempre que discutimos acabamos haciendo el amor?
De nuevo, volvía a coger otra. Y otra, y otra. Y así toda la noche. A su lado, detrás de la almohada, estaba Sonia, su pareja. En silencio. Sin enterarse de nada. Sin responderle nada.