arena, Con letras, Microficción

microficción #33

Sentía el alma rota y cómo el corazón latía con desgana como si la sangre fuera a cámara lenta convertida en arena. Se preguntaba si volvería a respirar sin esa sensación de angustia que achicaba sus pulmones. Rompió a llorar mientras soñaba con un futuro diferente.

Con letras y a lo loco

arena, atardecer, Kualdam, Relatos libres

Danza fragmentada

Deambulé sin rumbo durante un par de días, bordeando la ensenada, justo al salir de ese maletero. No miré atrás, no se me ocurrió. Quizá si lo hubiese hecho mi itinerario habría sido otro.

Al final, me encontraron fácilmente, al atardecer del segundo día. Mis amigos me dijeron que lo sentían, que la despedida se les había ido de las manos. Y que, si me quitaba la arena de playa de los pies, me podía sentar delante.

Kualdam

arena, atardecer, Núria Lorente Aroca, Relatos libres

Primera vegada

Arribem a la platja, solitària en aquest capvespre. Em trec la samarreta mentre observo la Martina i em pregunto: seré capaç de fer com ella i quedar-me nu? Puc intentar-ho, em repeteixo una vegada i una altra, però la vergonya em guanya i, de moment, no m’atreveixo.
Nerviós i intranquil començo a caminar per la cala mentre la Martina neda entre les onades de la mar, blava i plàcida. M’arrecero al costat d’un pi i em castigo per ser tan indecís, per dubtar contínuament i qüestionar-me tot el que faig a la vida. Immers en les meves reflexions, de cop sento el zumzeig d’una abella que s’acosta. El meu pànic a tota mena d’insectes m’obliga a sortir corrents i, sense pensar-m’ho gens, em llenço a l’aigua.
Transcorreguts uns minuts sento com el bany m’ha transformat. A mesura que notava l’aigua freda a la pell, he enterrat la vergonya al fons del mar i m’he deixat anar. Des de la vora, la Martina em mira i somriu. Me’n vaig al seu costat i, tots dos lliures de qualsevol opressió al cos, passegem per la sorra fresca de la platja solitària.

Núria Lorente Aroca

Versión en castellano: Primera vez

Llegamos a la playa, solitaria en este atardecer. Me quito la camiseta mientras observo a Martina y me pregunto: ¿seré capaz de hacer como ella y quedarme desnudo? Puedo intentarlo, me repito una y otra vez, pero la vergüenza me gana y, de momento, no me atrevo.
Nervioso e intranquilo empiezo a caminar por la playa mientras Martina nada entre las olas del mar. De pie al lado de un pino, me castigo por ser tan indeciso, dudar continuamente y cuestionarme todo lo que hago en la vida. Inmerso en mis reflexiones, veo a una abeja que se acerca. El pánico a todo tipo de insectos me obliga a salir corriendo y, sin pensarlo dos veces, me tiro al agua.
Transcurridos unos minutos siento que el baño me ha transformado. A medida que iba sintiendo el agua fría en la piel, he enterrado la vergüenza al fondo del mar y me he soltado. Desde la orilla, Martina me mira y sonríe. Voy a su lado y, los dos libres de cualquier opresión en el cuerpo, paseamos por la arena fresca de la playa solitaria.

Núria Lorente Aroca